Como el aire que respiramos...

En la primera parte del capítulo 2, Benkler nos provee con varios ejemplos de diferentes bienes privados que se comportan como tales a partir del principio de la exclusión: si yo lo consumo, vos no lo podrás hacer. El conocimiento y la información per se no responden a este comportamiento; si yo accedo al teorema de que la suma de todos los ángulos internos de un triángulo es 180 °, no significa que vos puedas hacerlo; tanto 1 persona, como 20, o la totalidad de la población de un país o del mundo entero, pueden acceder a este teorema al mismo tiempo sin que esto limite al otro a hacerlo. Más adelante, el autor demuestra como el costo marginal de producir una unidad del "mismo conocimiento" es cero. En otras palabras, señala como el costo de reproducción del conocimiento es muy bajo en comparación con el de su producción. Ahora bien, Internet lleva esta realidad al extremo. Podemos ver este ejemplo con lo que esta sucediendo en la industria de la música: la producción de un cd tiene X costo. El CD n°2 tendrá un costo menor, y el mismo ira decreciendo hasta que el costo del CD n°1000, en comparación con el primero, sea casi inexistente.
A esta realidad hay que sumarle lo que sucede con el acceso a la música a través de Internet. Hoy en día cada vez menos gente compra CDs originales. Lo que hacen en cambio es bajar la música por una plataforma de Internet para lo luego copiarlo en un CD virgen, del valor del cual se convierte en el único gasto de reproducción. Como periodista esta realidad no puede como menos inquietarme. Creo que el diario digital es una clara consecuencia de esta realidad; mucha gente prefiere leer el diario desde la plataforma en Internet de forma gratuita, en lugar de comprarlo. Vemos como cada vez más gente disfruta de las bondades del diario como un bien público más. Una de cal y una de arena, las redacciones y editoriales comparten su información en la red, pero a su vez recurren al material que circula en ella a la hora de producir notas.

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